No es un club cualquiera, ni es una
piscina cualquiera, ni una gente cualquiera, es Askartza. Ahí
aprendí a convivir, a proteger, a solucionar, a liderar, a creer, a
luchar, a motivar, a ayudar... Éste fin de semana visito con mi
actual club, un lugar repleto de historia. Historia que tuve el
puñetero honor de ser partícipe de ella de escribirla durante 6
años. Se confió en mi persona y me dejé la piel por y para una
institución que pasan los años y sigue luchando como nadie, con lo
poco material que tiene y lo mucho inmaterial que posee. Creerme ese
club tan pequeño como es, a los ojos de todos es inmenso. Askartza
tiene ese poder. Y es que cuando un grupo humano cree en algo y lo
contagia consigue todo lo que se propone. Se agranda ante las
adversidades.
Pelos de punta ahora mismo recordando
lo mucho que viví y compartí con mucha de la gente, con la grada,
con los jugadores, directivos... Quiero que sepáis que me ilusiona
de sobremanera, visitaros y que ahora, mañana y siempre ¡Aurrera
Askartza!
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